6 recomendaciones para cuidar a una persona con movilidad reducida

Mobilitat Reduïda

Cuidar a una persona con movilidad reducida puede ser una tarea compleja y exigente, pero también gratificante. Hay que tener en cuenta que es una situación en la que muchos de nosotros nos encontraremos en algún momento de nuestra vida. Cuando esto ocurre, es normal sentir impotencia o que la responsabilidad nos sobrepase. No debemos olvidar que, a menudo, la persona encargada de los cuidados suele tener un fuerte vínculo afectivo con la persona cuidada y que, al estrés del cambio de rutina, se suma el componente emocional. Sin embargo, siguiendo una serie de recomendaciones, consejos y trucos, podemos llevar a cabo las tareas de cuidado de manera sencilla y eficaz mientras cuidamos, a su vez, nuestra salud física y mental.

A continuación, presentamos algunas recomendaciones para ayudar a familias y personas cuidadoras no profesionales a cuidar mejor pacientes con movilidad reducida.

No todas las personas con movilidad reducida son iguales

Ante todo, es importante entender que cada persona es diferente y que la manera de abordar sus necesidades variará según su estado de salud. Por ejemplo, las necesidades de una persona con demencia pueden ser distintas a las de una que ha sufrido un accidente cerebral. De la misma forma, no es lo mismo tratar con una persona joven que con una persona mayor o con un caso temporal y reversible. Hay un gran número de causas que pueden llevar a una persona a verse en situación de dependencia. Conocer bien cuál es la problemática, cómo se manifiesta y qué necesidades de apoyo requiere será vital para poder atender a las necesidades.

Por otra parte, la personalidad de cada individuo también jugará un papel clave. Algunos tienen más reticencia en recibir ayuda. Otros necesitarán más acompañamiento emocional o querrán que las cosas se hagan de una forma determinada.

Comunicación, comunicación y más comunicación

Una de las cosas más importantes a la hora de cuidar a una persona con movilidad reducida es mantener una comunicación clara y efectiva con ella. Esto significa que, siempre que el estado de salud de la persona lo permita, lo mejor será hablar con ella y preguntarle directamente qué necesidades tiene y cómo prefiere que le ayuden. Cuando la persona se siente implicada en el proceso de cuidado, es más probable que coopere y se mantenga positiva. Hay que tener presente que estar en una situación invalidante puede llegar a ser muy frustrante. A menudo, lo mejor que se puede hacer para que la persona se sienta mejor es simplemente escucharla y tener empatía con ella.

Una buena comunicación también facilitará tareas complejas y delicadas de realizar como las movilizaciones. En este sentido, explicar a la persona los pasos y movimientos que se harán y hacerla partícipe del proceso será clave para evitar hacerle daño ni hacernos nosotros.

La higiene postural y las movilizaciones

La movilidad es otro aspecto esencial del cuidado de una persona con movilidad reducida. Hay que ayudarla a desplazarse ya realizar movimientos y cambios de posición periódicos y asegurarse de que lo hace con seguridad y sin dolor. Las movilizaciones son físicamente exigentes. Por este motivo, tener una postura y una técnica correcta será clave para evitar lesiones tanto a la persona que cuida como a la que es cuidada.

En primer lugar, es muy importante tener en cuenta que nunca debemos mover a nuestro familiar sin la ayuda de un elemento de soporte técnico, sea una grúa o un andador. Después, debemos tener muy claro cuál es la maniobra que queremos realizar y realizarla con seguridad. Por eso, va muy bien preguntarse cómo será el movimiento que debemos hacer, si es alcanzable para la persona y con qué dificultades se puede encontrar.

Por último, deberemos colocar nuestro cuerpo en la posición correcta para llevar a cabo la movilización. Deberemos flexionar ligeramente las rodillas y mantener las piernas fuertes, pero no rígidas, buscando la estabilidad del cuerpo. La espalda deberá estar recta en todo momento. Es crucial no hacer fuerza con la espalda, sino ayudarnos de las piernas para levantar a la persona.

Diálogo constante

Aparte de una buena higiene postural, también es muy importante hablar con el paciente antes de iniciar la movilización. Así, explicarle cómo nos vamos a mover, qué fuerza aplicaremos y qué puede hacer él o ella para ayudarnos a llevar a cabo el movimiento, contribuirá a que el proceso sea más fácil.

Hacer movilizaciones o cambios posturales periódicos, al menos cada 3-4 horas, o más a menudo dependiendo del caso, es esencial a la hora de evitar los riesgos para la salud que comporta estar demasiado rato en la misma postura. Uno de estos riesgos es la aparición de úlceras por presión, una lesión de la piel causada por la presión prolongada contra una superficie exterior, aunque ésta sea blanda. Mantener la piel limpia, seca y bien hidratada también ayudará a evitar ese tipo de lesiones. Y, si es necesario, también se pueden utilizar colchones y almohadas especiales.

El mantenimiento de la autonomía en una persona con movilidad reducida

Por lo general, las personas en situación de dependencia necesitan apoyo en los ámbitos de la higiene, la alimentación y la movilidad. Se debe buscar que la persona viva en las mejores condiciones posibles y esto, en muchos casos, también incluye realizar actividades de ocio.

Es importante proporcionar a la persona oportunidades para disfrutar de su tiempo libre y realizar actividades que le gusten. Realizar actividades cotidianas ayuda mucho a la persona a mantenerse positiva ya sentirse más independiente.

Precisamente, la promoción de la autonomía debería ser una prioridad a la hora de enfocar la atención al paciente. Es fundamental que, mientras puedan, se hagan las cosas ellos mismos, aunque sean acciones aparentemente muy sencillas, como ponerse el pantalón o lavarse parte del cuerpo. Si no llegan solos, llegarán con ayuda de la persona cuidadora. Es un trabajo en equipo.

Los soportes técnicos

Hay una gran variedad de soportes técnicos disponibles para ayudar a las personas con movilidad reducida en su día a día. Estos dispositivos, como las sillas de ruedas, los andadores o las grúas, favorecen la comodidad del paciente y, al mismo tiempo, facilitan la labor de la persona que lo cuida.

Conocerlos nos permitirá seleccionar los que mejor se adapten a las necesidades de la persona. Por ejemplo, las grúas son especialmente útiles en pacientes que carecen de ningún tipo de movilidad. Mientras que para utilizar discos giratorios de transferencia, deberemos asegurarnos de que la persona puede apoyarse sobre los pies y mantener esta postura.

Saber cuándo pedir ayuda

Aunque seguimos todas estas indicaciones, es normal no saber cómo actuar en ciertos momentos, especialmente si la situación de dependencia se ha dado de repente y no hemos tenido ocasión de prepararnos. En casos así, es recomendable contar con el soporte de una persona con formación y experiencia profesionales. La atención domiciliaria, como la que ofrece el Grupo Mutuam con el servicio Mutuam en Casa , nos ayudará no sólo a descargarnos de trabajo. También, nos proporcionará la tranquilidad de saber que contamos con una persona de confianza que atenderá tanto a las inquietudes de la persona cuidada como a las de su familia.

Las personas cercanas al paciente a menudo se sienten perdidas o desbordadas y agradecen mucho una guía profesional que les indique cómo proceder en determinadas situaciones. Si la persona que cuida en casa es como una muleta para el paciente, el profesional de la atención domiciliaria actúa como un apoyo tanto para la persona con movilidad reducida como para la que cuida de ella.

*La fotografía ha sido cedida por la UEN (Unidad de Estimulación Neurológica).